“Estimados y estimadas estudiantes, inicia una nueva etapa en su vida: empezaron a cursar la carrera de derecho. Los invito a que se asuman como constructores de su propio esquema de pensamiento. Las ideas que les transmitimos los profesores sobre el derecho, no constituyen de ninguna forma una verdad incuestionable, ustedes tienen libertad para proponer esquemas normativos diferentes a los que tradicionalmente se han propuesto, o ¿impuesto?”
Ha terminado un nuevo y gran semestre académico. Cada semestre nos pone a los profesores en un lugar privilegiado, y no por el lugar en que nos sitúa el nefasto sistema vertical de enseñanza que nos rige, sino por la posibilidad de disfrutar la diversidad de mundos posibles que crean cada uno de los estudiantes.
Tuve la fortuna de contar con estudiantes con una diversidad invaluable y ello me permitió enriquecer muchas perspectivas acerca de lo que el derecho podría ser.
La deuda de los profesores es inmensa y pocas veces tenemos la oportunidad de agradecer lo que nos enseñan los estudiantes. Por ello, considero que la mejor forma de agradecer a mis estudiantes sus inmensos aportes es reconocer públicamente los riesgos que afrontamos los profesores, especialmente, los del área del derecho cuando intentamos trasmitirles ideas acerca de lo que el derecho es y debe ser.
Ello, entre otras cosas, porque en muchas ocasiones, no pocas, la responsabilidad de las consecuencias negativas del sistema jurídico que nos rige, recae en nuestra pedagogía. Es decir, el carácter autoritario de algunos funcionarios públicos, los actos de corrupción, el obsoleto diseño institucional, entre otros, es en buena parte responsabilidad de la forma de enseñar que adoptan algunos profesores de derecho.
Es un lugar común afirmar que una cosa es lo que es el derecho y otra, lo que debe ser; sin embargo, esta distinción parece ser descartada con mucha facilidad por los profesores de derecho, pues sin sonrojarse trasmiten a los estudiantes apreciaciones relativas y subjetivas sobre lo que podría ser el derecho, como verdades incuestionables en torno al diseño institucional del estado, la regulación de la propiedad privada, la estructura de los derechos humanos, la argumentación judicial, entre otras.
Versados en lenguajes emotivos, algunos profesores utilizan dichas categorías para hacer creer a los estudiantes que las afirmaciones expuestas son manifestaciones de verdades morales, jurídicas y estéticas, eludiendo lo que en estricto sentido, no es sino, la manifestación de una forma, entre muchas, de construir el derecho.
Este sistema de formación vertical y dogmático, que reduce la creatividad de los estudiantes, redunda en sujetos acríticos que terminan defendiendo de forma inadvertida un estado de cosas que muchas veces está en contra de sus propios proyectos de vida y sus necesidades. La formación vertical en que se enseña el derecho, genera personas sumisas frente al atroz presente de desigualdad, autoritarismo y democracia virtual; en síntesis, genera agentes funcionales a los poderes fácticos que han condenado a miles de familias a la pobreza, el hambre, la violencia y muchas veces, a la “servidumbre laboral”.
Esta confusión epistemológica termina siendo una excelente herramienta política que legitima el establecimiento, pues el profesor aduciendo un supuesto conocimiento superior al de sus estudiantes, termina fomentando en ellos, actitudes pasivas frente a esas supuestas verdades morales y adoctrinándolos para defender el statu quo que muchas veces los oprime moral y económicamente.
La consecuencia de la formación de estudiantes acríticos incapaces de cuestionar las apreciaciones del profesor, genera las condiciones necesarias para que cognitivamente se ubique a éste como líder moral y en consecuencia, se torne en un referente de autoridad, verdad y razón.
La consecuencia de lo anterior, es la formación de un sujeto político que está dispuesto a delegar en lideres carismáticos su destino. También puede crea sujetos que se creen en la competencia de ser los líderes autoritarios que dirijan los destinos de un país, diluyendo la posibilidad de construir una democracia viva y dinámica.
Ya lo decía el profesor José Iván Ortiz, las escuelas de derecho enfocadas en trasmitir un saber acrítico y legitimador del statu quo, guardan una intima relación con él y acondiciona de esta forma, a estudiantes preparados para la obediencia y la sumisión bien sea pasiva o activa. Este tipo de formación prepara caudillos y súbditos, es decir, facilita la erosión de la democracia.
Si se quiere superar este adoctrinamiento y dar paso a una pedagogía libertaria del derecho que cree sujetos políticos para la democracia, debe enfatizarse de forma decidida en la relatividad de las supuestas verdades morales y jurídicas, con el fin de fomentar el papel crítico de los estudiantes, para así, facilitar que ellos sean los forjadores de otros mundos posibles que permitan nuevas formas de organización de los derechos y deberes.
No es poco lo que está en riesgo, son nuestros sueños, metas y esperanzas las que se están diluyendo en un sistema pedagógico vertical y de adiestramiento para los intereses de un sistema económico inequitativo.
Que sea esta la oportunidad para pedir disculpas a los estudiantes cuando no cumplimos la labor de fomentar en ustedes la crítica y limitamos con el adoctrinamiento, sus sueños y esperanzas.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.